Más allá del Coronavirus ¿Qué hacemos con nuestro planeta?

Foto: Pixabay.

De un día para otro, nuestra vida dejó de ser la que era. La información candente en los medios de comunicación viró hacia un solo tema y la agenda de nuestros representantes en todas las instituciones pasó a estar marcada por el coronavirus. 

La pandemia de la COVID-19 ha puesto de relieve algunos aspectos de cómo la transformación del medio ambiente resulta una cuestión central en la propagación de los virus y la generación de pandemias. La agrupación internacional ambientalista Fridays for Future, (Viernes por el Futuro), convocó el pasado 25 de septiembre a un día de acción global por el clima, el primero del año.  

Señala en su llamado: “Los próximos meses y años serán cruciales (…) Si queremos minimizar el riesgo de disparar una cadena irreversible de reacciones más allá del control humano, necesitamos actuar ahora. Por todo esto, es vital que la crisis climática no quede olvidada a la sombra del coronavirus, sino que se considere la máxima prioridad”. 

En septiembre del 2019, hace más de un año, hubo manifestaciones en un poco más de 3.000 ciudades de 150 países, millones de personas reclamando medidas eficaces contra el cambio climático.  

Una de las más grandes fue en Nueva York, en cuya cabecera marchaba la activista sueca Greta Thunberg, convertida ya en un símbolo mundial de la indignación juvenil por la falta de acción de los gobiernos y la inutilidad de las “cumbres” del imperialismo (G8, G20) para tomar medidas efectivas para frenar el aumento de la temperatura del planeta. 

Esta nueva jornada mundial del 2020 se convoca con la pandemia del COVID 19 aún en curso. En momentos en que los huracanes del Caribe, con una fuerza sin precedentes, y los incendios de gigantescas extensiones en California y la Amazonía, nos muestran los desastrosos efectos del cambio climático. 

Para corroborar la situación el llamado a la conservación de la naturaleza no se hace esperar. Y es que, según el titular de las Naciones Unidas, António Guterres, la naturaleza nos está enviando un mensaje claro. 

“Estamos dañando el mundo natural, en nuestro propio detrimento. La degradación de los hábitats y la pérdida de biodiversidad se están acelerando. La disrupción del clima está empeorando. Los incendios, las inundaciones, las sequías y las súper tormentas son más frecuentes y causan más daños. Y ahora, un nuevo coronavirus está haciendo estragos, minando la salud y los medios de subsistencia de las personas. Para cuidar de la humanidad, debemos cuidar de la naturaleza”, afirmó el Secretario General de la ONU. 

Según el informe del WWF del 2020, llamado Planeta Vivo (Living Planet), nos brinda una lectura amarga del estado de la vida en la Tierra: una disminución del 60% de los animales salvajes desde 1970, el deterioro de los ecosistemas y una clara posibilidad de que la especie humana sea la siguiente en la lista. 

Planeta, biodiversidad y salud humana interconectados 

La interrelación entre el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y el bienestar humano “es indiscutible”, alertan expertos, que no tienen dudas de que todas ellas “son cuestiones inseparables”. 

Con este paradigma como base, en 2010, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, (Pnuma), estableció el Plan Estratégico para la Diversidad Biológica -más conocido como los Objetivos o las Metas Aichi– un marco de acción con vistas a este 2020 para alentar a los países a colaborar y reducir la tasa de pérdida de la naturaleza. 

Y desde el pasado mes de mayo, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente anunció que intensificará su trabajo para mapear amenazas zoonóticas y reducir el riesgo de futuras pandemias como la del coronavirus que actualmente enfrenta la humanidad. 

Se trata de apoyar a los países a “reconstruir mejor” después de la crisis actual a través de una ciencia más sólida y con políticas que respalden un planeta más saludable y una mayor inversión en la economía verde. 

La respuesta de la agencia abarca cuatro áreas: ayudar a las naciones a gestionar los desechos del COVID-19; ofrecer un cambio transformador para la naturaleza y las personas; trabajar para garantizar que los paquetes de recuperación económica inviertan en la respuesta a futuras crisis; y modernizar la gobernanza ambiental global.  

«Con la COVID-19, el planeta nos ha enviado un mensaje de advertencia muy fuerte:la humanidad tiene que reinventar su relación con la naturaleza», afirmó la directora ejecutiva del Programa, Inger Andersen.  

Proteger el medio ambiente, el mejor antiviral  

La relación del ser humano y la naturaleza hace tiempo que dejó de ser equilibrada y armónica, provocada por una visión antropocéntrica, donde el ser humano parece ser el ombligo del mundo y actúa a sus anchas sobre los recursos naturales queriendo cambiar las reglas del juego. 

¡Pero, mucho ojo! La partida ha dado un giro, un coronavirus nos ha “comido” y nos ha mandado a casa. Ahora toca tener paciencia hasta que podamos volver a salir, empezar nuestro recorrido para seguir “jugando” con nuestro planeta, haciendo lo que nos viene en gana. 

Estos días confinados en casa y saliendo solo para asuntos de primera necesidad hemos tenido la oportunidad de reflexionar y observar cómo el medio ambiente se recupera de algunos de sus principales dolores como el cambio climático, las emisiones de gases de efecto invernadero y la contaminación de las aguas. 

La tarea es, por lo tanto, proteger el medio ambiente, el mejor antiviral y los expertos ya se plantean cuáles son las posibles directrices que tendremos que seguir en materia de medio ambiente una vez superada la crisis actual; unas directrices que pasaran de manera irremediable por la necesidad de preservar la biodiversidad.  

Todos coinciden de manera clara: La mejor vacuna para el futuro de la humanidad es proteger la naturaleza y la biodiversidad y el mejor seguro de vida que podemos encontrar. 

Bueno. Hasta aquí parece que la tarea se ha de entender. Pero, surgen varios interrogantes: ¿qué pasará cuando venga la llamada “nueva normalidad”? ¿Volveremos a la dinámica anterior de un consumo sin mesura? ¿Las emisiones de gases de efecto invernadero tendrán un efecto rebote? ¿Volveremos a viajar a sitios demasiado lejanos sin conocer primero nuestro entorno más cercano? 

Las respuestas no la podemos aclarar, dependerá de cada uno de nosotros y de nuestra responsabilidad ambiental y social. Según Greenpeace, la hipermovilidad humana fue, sobre todo, lo que favoreció la pandemia de coronavirus. De hecho, si las personas hubieran disminuido cada vez más sus traslados, el contagio habría sido más limitado. Este es el objetivo del encierro.  

Pero las enfermedades infecciosas se ven favorecidas por el cambio climático y la destrucción de la biodiversidad. Algunos animales, como los mosquitos, extienden sus territorios y, por lo tanto, propagan enfermedades infecciosas más fácilmente.  

El ejemplo de la gripe también sorprende: debido a que los inviernos son cada vez menos intensos, ahora el virus está activo durante un período más largo, incluso durante todo el año en las regiones tropicales. 

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Alimentos y su desperdicio irracional 

La crisis del coronavirus es para muchos expertos y científicos, “la punta de un iceberg y estamos jugando no solo nuestro futuro, sino con el del planeta”. Pero ¿de verdad lo estamos entendiendo y asumiendo de manera seria? 

En el mundo 14 por ciento de los alimentos se pierden antes de llegar a los expendios y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estrenó una nueva plataforma para ayudar a reducir ese daño y el desperdicio por parte de los consumidores. 

La plataforma presenta por la vía internet información sobre mediciones, reducción, políticas, alianzas, medidas y ejemplos de modelos satisfactorios aplicados para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos en todo el mundo. 

Según la organización, actualmente en el mundo pasan hambre 690 millones de personas y, si las tendencias de los últimos años no se revierten, en 2030 podrían ser 840 millones. 

La pérdida y el desperdicio, agrega, “son una señal de las dificultades de los sistemas alimentarios. Además, los alimentos nutritivos son los más perecederos y, por ende, los más vulnerables. No solo se pierden, sino que se menoscaba la nutrición”, dijo Lawrence Haddad, de la Alianza Mundial para la Mejora de la Nutrición. 

El desperdicio se refiere a la disminución en la cantidad o calidad de los alimentos como resultado de las decisiones y acciones de los minoristas, proveedores de servicios alimentarios, como los restaurantes, y los consumidores. 

La FAO reconoce la medición del desperdicio como una cuestión compleja, pero destaca que los alimentos que no llegan a consumirse implican desperdiciar recursos como la mano de obra, la tierra, el agua, el suelo y las semillas, transporte, almacenaje, y aumentar en vano las emisiones de gases de efecto invernadero. 

Cambiar desde nosotros mismos 

Esta pandemia al menos ha tenido la virtud de cambiar la toma de decisiones políticas porque es tal vez una oportunidad para adaptar nuestro modelo a la emergencia climática. De lo contrario, solo sufriremos una crisis tras otra. 

Es posible y esencial revisar nuestras prioridades, decidir entre actividades económicas útiles para el cuerpo social y aquellas que son parte del problema. 

Empezar por lo fácil: Cierra el grifo del agua cuando no lo necesitas, separa tus residuos, degradables y los no degradables, lleva tus bolsas cuando vayas a comprar, revisa tu comportamiento con los animales, los bosques, los ríos, el mar, etcétera, son parte del entorno.  

No olvides que son el ecosistema y hay que protegerlos. Empezar por lo fácil y adquirir el hábito de entender que somos parte de ese mismo ecosistema. 

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