El ‘wallpapergate’, el escándalo que golpea a Johnson en Reino Unido

Los británicos ven atónitos cómo se han desatado una serie de escándalos en el gobierno del primer ministro, Boris Johnson, quien ha sido bombardeado con una serie revelaciones que ponen en tela de juicio su probidad como mandatario, cuando ya todo parecía estarle yendo mejor en medio de la crisis de la pandemia del covid-19.

La andanada de escándalos fue bautizada por algunos analistas y medios como el Wallpapergate, en referencia a la apertura de una investigación por casos relacionados con el pago 200 mil libras esterlinas (alrededor de 1,036 millones de pesos colombianos) en remodelaciones hechas al apartamento del primer ministro que comparte con su prometida Carrie Symonds y su pequeño hijo Wilfred, en el 11 de Downing Street, vecindario con la oficina oficial del gobernante.

Se cuestiona de dónde salieron los recursos para cubrir la costosa decoración de cortinas y cambios de papel tapiz en las paredes de la residencia oficial de Johnson, además de ponerse en duda si el dinero de los contribuyentes fue usado o si fue reportado a la oficina de impuestos británica.

Ese elemento le da más peso más a la crisis que tiene al gobernante británico frente a una investigación legal en manos de la Comisión Nacional Electoral, ente que dijo tener “motivos razonables para sospechar que puede haber ocurrido un delito o delitos”, que de comprobarse acarrearían multas severas, que son poco comunes en el sistema político británico.

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Sin embargo, ese elemento legal no es tan significativo, según el analista Greg Hall de la influyente publicación The Article. El llamado Wallpapergate tiene invariables características de “un escándalo muy inglés”, con sus toques de sordidez, esnobismo, pagos ilícitos y las dudosas payasadas de las clases altas inglesas.

De hecho, la polvareda en contra del primer ministro no provino de sus acérrimos enemigos de la bancada del Partido Laborista, sino de aliados de su propia tolda conservadora, donde parecen imperar elementos revanchistas contra Boris Johnson, quien es visto por algunos como el bufón con el pelo alborotado y el caótico sentido del vestir, que dista del tradicional estilo tory de cabellera engomelada y traje de sastre a la medida.

En esa ecuación, los expertos señalan a la figura de Dominic Cummings, uno de sus exasesores más influyentes. Aunque no hay pruebas, todos los dedos lo apuntan por ser quien estaría filtrando correos y conversaciones para dañar al que hasta octubre del año pasado era su jefe y mejor amigo.

De hecho, Cummings fue el arquitecto de la campaña del brexit para que el Reino Unido abandonara la Unión Europea y quien habría tenido un papel determinante en el triunfo electoral que ratificó a Johnson en su cargo en diciembre del 2019.

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Por eso había llamado la atención la forma intempestiva como salió del entorno del gobernante británico en octubre del año pasado. En los pasillos políticos se da por sentado que ese alejamiento tuvo que ver con supuestos enfrentamientos con la propia pareja del gobernante, quien aparentemente tiene una gran influencia en los temas de comunicación de Johnson.

Al exasesor de Johnson se le atribuye la filtración de mensajes de texto telefónico que intercambió, a mediados del año pasado, Johnson y un directivo de una empresa aspiradora de alfombras, que quería un contrato con el gobierno para producir equipos de ventiladores para unidades de cuidados intensivos.

Todo esto en momentos en que el Reino Unido enfrentaba la peor parte de la pandemia del Covid-19, cuando se registraban más casi siete mil casos y casi mil muertos diarios.

El propio Cummings publicó un largo artículo en su blog personal, diciendo que Johnson habría usado “métodos poco éticos y hasta ilegales para pagar la redecoración de su apartamento en la famosa calle de Downing Street.

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También reveló que el gobernante quería usar dinero de donantes de su partido para pagar en secreto por la renovación de su apartamento oficial. El exconsejero comentó que le había advertido a Johnson que estas medidas era «poco ético, tonto, posiblemente ilegal y, casi con certeza, infringían las reglas sobre la divulgación adecuada de donaciones políticas» que Johnson siguiera con el plan de recurrir a donaciones partidistas para complacer a Symonds en el embellecimiento de su hogar.

Johnson no desmintió la versión de Cummings, pero sí aseguró que todas las donaciones, obsequios y beneficios se declararon correctamente y que no se estaban utilizando fondos del partido para pagar la remodelación.

Esos chismes de pasillo hubiesen pasado desapercibidos si no es por la intervención de la Comisión Electoral Británica, que abrió una investigación oficial sobre el manejo de dinero de donaciones.

La gran pregunta es qué tanto daño le puede hacer este Wallpapergate al gobierno de Johnson, justo cuando los británicos se aprestan a ir a las urnas este jueves 6 de mayo en las elecciones de gobiernos de alcaldías y asambleas locales, que habían sido aplazadas por la crisis de la pandemia.

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Hasta hace una semana las encuestas más recientes sugieren que el primer ministro cuenta con una ventaja de 40-24 frente al principal opositor, el laborista Keir Starmer, todo por cuenta de la exitosa campaña de vacunación contra el covid-19 que prácticamente tiene al 60 por ciento de los británicos inmunizados.

Aunque seis de cada diez británicos creen que Boris es “poco confiable”, según la encuestadora Ipsos Mori, lo cierto es que a la gente parece importarle muy poco cuál sea su papel tapiz, lo que vale es que pronto podrán volver a una nueva normalidad pese al covid.

Artículo publicado originalmente en El Tiempo Colombia.

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