Se le acaba el tiempo al brexit
@mavicristancho
Las negociaciones entre el Reino Unido y la Unión Europea para concretar la salida británica del bloque, mejor conocida con el apelativo del ‘brexit’, entran en su momento más crítico, en el que un paso en falso podría llevar a un divorcio amargo y abrupto, a cien días del final del período de transición, previsto para el 31 de diciembre próximo.
El toque dramático se lo puso el primer ministro británico, Boris Johnson, al usar la mayoría conservadora en el Parlamento para sacar adelante su Ley del Mercado Interior, que es vista por los opositores y por la contraparte europea como una emboscada traicionera. La Ley plantea un mercado único con las mismas normas en todo el Reino Unido, con lo cual se mantendría la armonía de las reglas comerciales entre las naciones que lo componen: Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte.
La normativa concede a los ministros poderes para incumplir o reinterpretar los términos del acuerdo firmado el año pasado entre Londres y Bruselas. Esta Ley se aplicaría en el caso de que no haya acuerdos, antes del 15 de octubre.
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Londres y Bruselas vienen negociando el futuro comercial de la relación, luego de que el pasado 31 de enero se aprobara la salida del bloque europeo y se fijara un periodo de transición hasta el 31 de diciembre próximo para resolver la relación en materia de comercio y circulación de bienes y personas entre ambas regiones.
Pero la propuesta de Johnson tomó por sorpresa a los negociadores europeos. Michael Barnier, el jefe negociador europeo, denunció la propuesta como una patada a la mesa muy peligrosa para la relación bilateral. Incluso, advirtió que, de ejecutarse la Ley de Johnson, la UE podría aplicarle sanciones comerciales severas que podrán dejar aislado al Reino Unido.
Acción preventiva
Sin embargo, Johnson insiste en que su movida es una acción preventiva para blindar la integridad del Reino Unido y evitar posibles discriminaciones en el trasiego de bienes y servicios entre las cuatro naciones.
La normativa permitiría a los ministros británicos tomar decisiones unilaterales sobre la reglamentación aduanera entre sus naciones, incluso no hacer ningún control. En su apartado 5, hay varias cláusulas de la ley de Mercado Interno de Johnson que dejan al Gobierno las manos libres en temas tan sensibles como el de no aplicar el protocolo relativo a Irlanda del Norte incluido en el pacto ya suscrito con la UE.
Legislación internacional
La jugada parecería inofensiva, pero, en el detalle, violaría la legislación internacional en materia comercial, y aún más grave, pondría en riesgo la frágil paz entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, según analistas.
La ley de Johnson haría trizas el texto del brexit pactado en enero, en el que se permite que Irlanda del Norte se beneficie del mercado europeo, sin dejar de hacer parte del territorio aduanero británico. En pocas palabras, los productos norirlandeses pueden acceder al mercado del bloque sin restricciones. Las exportaciones destinadas al mercado europeo desde el Reino Unido que pasan por Irlanda del Norte serían controladas en la frontera de esa nación con Gran Bretaña y no en su frontera terrestre con la República de Irlanda.
El temor es que se ponga en juego la frágil paz entre las dos Irlandas, que firmaron en 1998 el llamado Acuerdo del Viernes Santo, que puso fin a décadas de violencia y guerra fratricida entre el IRA (separatista) y los paramilitares unionistas. En ese acuerdo se establecía la eliminación de las fronteras físicas entre ambas regiones.
La maniobra de Johnson también pone en peligro la unión del Reino, pues podría avivar los ánimos de los nacionalistas norirlandeses que buscarían, a largo plazo, integrarse con la república para permanecer en la UE.
Algunos creen que la Ley de Mercado Interno es solo un arma estratégica del equipo negociador británico para presionar a Bruselas sobre dos puntos sensibles.
Los europeos quieren acceder a las aguas territoriales británicas con condiciones similares a las pre-brexit, lo que Londres no acepta. En segundo lugar, Boris Johnson quiere autonomía en la atribución de subvenciones públicas a las empresas, pero la organización transnacional exige que el Reino Unido respete las normas comunitarias sobre las ayudas del Estado si quiere un acceso privilegiado al mercado único.
En lo interno, algunos observadores creen que el primer ministro se las está jugando con esta ley para tratar de ganar terreno en el ámbito político, en el no ha estado bien parado desde que comenzó la pandemia. La popularidad de los conservadores ha bajado 26 puntos en las encuestas. Eso justificaría la actitud de Johnson, quien apela al sentimiento nacionalista de autonomía y de defensa de la patria para promover su proyecto de ley como una manera de seducir a su electorado.
En últimas, los expertos creen que la jugada le puede salir torcida, ya que desconocer el acuerdo con el bloque sembraría la desconfianza en la comunidad internacional, especialmente en momentos en que los británicos empezaran a negociar acuerdos comerciales con el resto del mundo.
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