Por Emilio Reyes, Daniel Giraldo, Lionel Castillo y Brenyer Sánchez

Este es un artículo sobre los crímenes con cuchillo (Knife Crime), su impacto en nuestra sociedad y la normalización de algunas formas de violencia con el impacto psicológico que ocasiona, el presenciar dichos actos. ¿Qué genera en un niño, el presenciar un asalto?
El entorno o la atmósfera donde los niños maduran tiene un impacto significativo en su bienestar emocional, en su bienestar mental y su crecimiento social. Cuando los niños se encuentran con casos de comportamiento agresivo, como el que alguien sea agredido físicamente, esto llega a ocasionar efectos profundos y duraderos.
Estas interacciones conducen a consecuencias duraderas, lo que puede dar lugar a desafíos emocionales, y afectar su capacidad para establecer conexiones significativas con las personas que los rodean.
A continuación, profundizaremos en los posibles impactos que un asalto genera en la vida de un niño.
Impacto en el pozo emocional y psicológico. Ser testigo de violencia o vivir esa experiencia puede conducir a un niño a emociones como el miedo y la ansiedad, la tristeza y el desconcierto. Estas emociones son poderosas y difíciles de manejar, particularmente, si los jóvenes carecen de los instrumentos emocionales adecuados para enfrentarlas.
Los síntomas comunes que siguen al impacto incluyen pesadillas, ataques de pánico y una sensación general de inseguridad. Además, dentro de las consecuencias estaría el comenzar a vincular la agresión con un peligro incondicional, lo que genera sentimientos de fragilidad e inseguridad dentro de su ámbito doméstico.

Desarrollo de trastornos de estrés postraumáticos (TEPT). Cuando alguien experimenta un evento traumático, en ocasiones, desarrolla un Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT). El TEPT es una condición que las personas llegan a enfrentar después de someterse a experiencias traumáticas. Aunque con frecuencia se relacionan con los adultos, los jóvenes y niños también pueden caer en el trauma después de presenciar ataques o diversos incidentes de abuso.
Los jóvenes soportan el trastorno del trauma después de ataques o eventos de abuso distintos, a pesar de que generalmente está conectado con los adultos, los síntomas similares del trastorno abarcan, entre otros, flashbacks (recuerdos), problemas de concentración, recuerdos traumáticos y, ocasionalmente, expresar emociones de una manera poco saludable. El tratamiento temprano es esencial para ayudar a los niños o víctimas a superar estos traumas.
Problemas de comportamiento y relaciones sociales. Los jóvenes que tienen testimonio de una agresión se enfrentan a ciertas variaciones en su comportamiento, que se ve reflejada en agresividad, irritabilidad o retiro social. Un joven que observa la agresión puede percibir que el medio ambiente es peligroso y, por lo tanto, se siente casa vez menos seguro entre sus compañeros y entorno.
Esto puede afectar sus relaciones con familiares, amigos y compañeros de clase. Se puede impedir el adaptarse a su medio escolar, debido al enfoque insuficiente o la aprensión persistente y normalización de la violencia.

Los niños que son testigos silenciosos de asaltos u otros actos de violencia pueden desensibilizarse. Por otra parte, presenciar actos o comportamientos agresivos, con el tiempo, lleva a que los jóvenes normalicen estas acciones criminales, si carecen de la instrucción adecuada está ausente. El niño llega a pensar que la agresión es una reacción aceptable en medios de las disputas o los dilemas.
Este pensamiento podría dar forma a las acciones futuras de las personas y su enfoque para manejar circunstancias desafiantes como un acto delictivo o violento incluso, entre sus comunidades cercanas.
Actos a largo plazo sobre la salud mental. Los efectos de presenciar un asalto no siempre desaparecen con el tiempo. La ausencia de un lugar seguro y consistente para la recuperación puede alterar el crecimiento cognitivo y personal, lo que obstaculiza aún más su potencial para relaciones interpersonales saludables.
La importancia del apoyo e intervención profesional. Para mitigar los efectos negativos de ser testigo en un asalto, es esencial que los niños reciban el apoyo que necesitan, y comprender el profundo impacto en los niños que llega a generar el dar testimonio de un asalto.

Cuidadores y padres necesiten observar pistas de trauma en los más pequeños y crear un refugio para discutir eventos pasados. En ciertos casos, podría ser necesario consultar a un experto en trauma infantil como un psicólogo o terapeuta, para ayudar a los niños a procesar los sentimientos y aprender a manejar las emociones de manera saludable.
Prevención y sensibilización. Hay que aumentar la conciencia sobre los impactos de la violencia en las personas jóvenes y abogar por la implementación de iniciativas preventivas dentro de las comunidades. Las instituciones, los centros comunitarios y los grupos de ayuda deben ofrecer materiales de aprendizaje que permitan a los jóvenes comprender que la agresión no es un remedio y equiparlos para defender los escenarios peligrosos.
Para garantizar la seguridad pública y contribuir a un entorno seguro, las políticas deben priorizar la prevención de la violencia en los vecindarios fomentando el desarrollo saludable para los niños.
Bienestar psicológico. Esto implica la implementación de estrategias destinadas a minimizar los comportamientos agresivos y alentar el orden respetuoso de la ley dentro de las comunidades.
Finalmente, ser testigo de un asalto puede tener un impacto profundo y duradero de tipo emocional, psicológico y social en los niños. Es crucial que los guardianes, los educadores y los especialistas en salud reconozcan los peligros vinculados la violencia y el esfuerzo de proporcionar asistencia necesaria a los jóvenes afectados. Esto proporciona un espacio seguro y amoroso para que los niños sanen y se desarrollen positivamente y de forma integral en un entorno sin violencia.