China lanza pasaporte sanitario para impulsar los viajes en medio de la pandemia de Covid-19

A estas alturas, se ha oído hablar en repetidas ocasiones del pasaporte de vacunación o certificado inmunitario. Se trata de una herramienta digital que busca demostrar que una persona está vacunada, y cuya posesión habilitará a sus titulares para realizar actividades que no podrán emprender los que carezcan de ella.

En principio servirá para viajar y ejercer la libertad de circulación sin las restricciones pandémicas. Pero no se descarta que también sea la llave para las puertas de acceso a otros bienes, como el transporte, ciertos empleos, conciertos, gimnasios.

Hay varios países que apuestan por esta idea, como China, que lanzó uno esta semana, y varias empresas están trabajando en ello.

Y es que con la situación sanitaria controlada, Pekín lanzó el documento que funcionará como una aplicación para smartphones que muestra y verifica el historial de vacunación y las pruebas de Covid, que podría contribuir a una apertura de fronteras.

El «certificado sanitario para los viajes internacionales» por el momento, no es obligatorio y está reservado a los chinos.

El primer país golpeado por el virus y en confinar a su población, fue además uno de los pioneros en generalizar el uso de códigos QR para controlar los desplazamientos, identificar los casos contacto y aislar a los enfermos.

Los chinos pueden difícilmente escapar al ritual de escanear un código de barras con su celular y dar pruebas de su honestidad, con una aplicación que entrega un pase «verde», sinónimo de buena salud.

Este proceso se exige a la entrada de un edificio, de un comercio o de un parque, así como para tomar el avión, el tren o el taxi.

Si una persona está enferma, sus casos contacto pueden identificarse rápidamente. En China, las aplicaciones de rastreo anticovid están directamente asociadas a un número de identidad.

La aplicación dispone de un historial de pruebas de diagnóstico y de vacunas. Y los metadatos permiten identificar y aislar a los enfermos.

Los diferentes proyectos que se están desarrollado, y que en general consisten en una aplicación móvil, aceptan otros criterios: por ejemplo, un test que garantice la presencia de anticuerpos en el viajero, si este ya padeció la enfermedad.

En base a su experiencia en la gestión de la epidemia, Pekín aboga por la adopción de un código sanitario universal en todo el mundo.

En Europa, Grecia y Chipre han puesto en marcha pasaportes de ese tipo para viajar a Israel, un país particularmente avanzado en su vacunación, según sus autoridades. Los ciudadanos vacunados pueden viajar entre esos tres países sin restricciones.

De forma aislada, otros países europeos como Dinamarca o Suecia prevén instaurar pasaportes sanitarios próximamente. Pero implantar ese tipo de iniciativa a nivel de la Unión Europea (UE) es algo mucho más complicado, pues países como Francia y Alemania son muy reacios.

Sin embargo, la UE prometió que presentaría a mediados de marzo un proyecto de “pasaporte verde” para facilitar los desplazamientos entre países miembros del bloque.

Mientras tanto, Europa busca acelerar la vacunación. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dijo que espera que 100 millones de dosis al mes se entreguen a la UE en el segundo trimestre.

También advirtió que otros países de la UE podrían bloquear las exportaciones de vacunas contra el coronavirus.

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Entretanto, luego de haber aplicado en el mundo casi 305 millones de dosis de vacunas, algunos países han comenzado a flexibilizar sus restricciones.

No obstante, la decisión de poner en marcha el certificado inmunitario no convence a todo el mundo, o no convence según en qué condiciones se adopte. Estas reservas tienen sentido.

Los problemas que se plantean tienen que ver con la accesibilidad al pasaporte y con la privacidad de los datos de los ciudadanos. Estamos hablando, pues, de derechos fundamentales protegidos por ley: el derecho a no ser discriminados en función de una situación personal o social, y el derecho a que los datos de carácter personal, sobre todo si son tan sensibles como los relativos a la salud, sean protegidos rigurosamente.

La pregunta es si resulta aceptable que determinados grupos de personas que no estén vacunadas cuando el pasaporte entre en vigor queden fuera del derecho a realizar determinadas actividades.

Con el objetivo de la salud pública como principio, será una buena noticia para si se consigue un consenso interno dirigido a equilibrar la protección de la economía con la igualdad de trato y la privacidad de los datos personales más sensibles.

Aún así, en el mejor de los casos, el pasaporte sanitario no podrá evitar dejar atrás a los ciudadanos pobres de los países con menos recursos, a los indocumentados y a personas no vinculadas al mundo digital.

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